viernes, 15 de octubre de 2010

Uno de Tremañes: Los treinta años de oficio de Gaspar Meana

El dibujante gijonés, colaborador de EL COMERCIO y autor de numerosos proyectos históricos, participó ayer en el Salón del Cómic del Principado

14.10.10 - 01:36 -
M. F. ANTUÑA | GIJÓN.
Los treinta años de oficio de Gaspar Meana
Tiene 30 años de oficio y una vida entera de dibujos. Ya cuando era un niño no se separaba de los lápices, ya entonces convertía en viñetas todo lo que veía. Gaspar Meana (Gijón, 1960), ilustrador y autor de cómic, es uno de los autores participantes en el Salón Internacional del Cómic del Principado, que hasta el sábado se desarrolla en el Centro de Cultura Antiguo Instituto. Ayer participó en el Cómic en vivo junto a Mariñas y Berto.

Aquel niño de Tremañes de familia ganadera que dibujaba las películas consiguió hacer de su pasión oficio. No pudo estudiar Bellas Artes en Madrid, como hubiera querido, probó suerte con los estudios de Derecho, y finalmente se decantó por formarse en Dibujo Publicitario en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo. En su época de estudiante, empezó a trabajar. «Empecé a ilustrar cuentos antes de salir de la escuela», rememora. No es capaz, sin embargo, de recordar cuál fue el primer cuento que vio la luz con sus dibujos como compañía, sólo que eran trabajos infantiles para la editorial Silverio Cañada.

Aquello no era cómic propiamente dicho. Porque a lo largo de la vida de este ilustrador colaborador de EL COMERCIO siempre ha habido una dicotomía entre la ilustración y el cómic, entre el trabajo que da dinero y el que da satisfacciones, entre la obligación y la pasión. Con 26 años y mientras ilustraba cuentos, ya compuso una de esas historias que le han acompañado a lo largo de toda su vida, 'El caudillo de las manos rojas'. Aún está en su casa. Nunca se llegó a publicar y ahora ya no tendría sentido hacerlo.

 «Ese tipo de dibujos ya quedaron atrás, habría que mirarlo más desde el punto de vista arqueológico que artístico», dice mientras hace balance y llega por fin a la que ha sido su gran obra, 'Crónica de Leodegundo'. «Cuando tenía 26, 27 años, quería hacer algo más serio en cómic y se me ocurrió hacer uno sobre la caída del imperio», relata. Así surgió una obra que le llevó 17 años de su vida, con 25 álbumes de 50 páginas cada uno en los que no sólo los dibujos son obra suya, sino todo lo demás. Y es que este dibujante sólo en ocasiones contadas ha trabajado con un guión ajeno; por norma general, son también suyas las palabras que pronuncian sus personajes. Además, estos volúmenes tienen un inmenso trabajo de investigación histórica.

La historia es su gran pasión junto al dibujo. Por eso ahora investiga sobre Alfonso II el Casto en un trabajo que nunca será dibujo, sino que aspira a ser historia con mayúsculas. Tiene en mente otra gran obra en cómic de carácter histórico, pero el cansancio de 'La crónica de Leodegundo' le provoca un cierto temor a embarcarse en un proyecto tan a largo plazo. «Me gustaría hacer una historia sobre los tolomeos, pero es un tema que me asusta un poco», detalla.

Son trabajos que tienen tras de sí muchas horas y un esfuerzo ímprobo y con las que, en ningún caso, se gana dinero. Son apuestas personales por una forma de hacer cómic muy particular que no siempre son fáciles de publicar en un país, España, en el que las editoriales -asegura- prefieren editar obras extranjeras. Esos productos llegan ya con la promoción hecha y resultan más baratas. «En Francia se puede vivir del cómic, aquí en Asturias, y en España en general, no». Y esa situación se da en un país en la que no faltan ni la creatividad ni los buenos profesionales. «Aquí siempre se han hecho cosas buenas».

También se hacen en los periódicos, un lugar en el que Gaspar Meana vuelve a hacer gala de su pasión por la Historia desde la perspectiva de hoy. «Hacer ilustraciones para prensa me parece muy divertido y refrescante», dice. Y lo es porque lo que retrata en sus dibujos es la realidad de un presente que pronto será pasado y que servirá como fuente por otros historiadores. «Tengo la sensación de que estoy haciendo historia», afirma.

Su propia historia escribe la XXXIV edición del Salón del Cómic del Principado, que ayer acogió la presentación del último número de 'El Wéndigo' y del corto 'El último día entre los muertos', de Carlos del Rincón. El programa previsto para hoy incluye, a partir de las 18.30 horas en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón, la presentación de Rubén y Carlos del Rincón por Javier Cosnava. Habrá también un coloquio on Diego Olmos y se dará a conocer el blog de 'El Wéndigo'. Como todos los días, desde las 16.30 a las 18 horas, habrá cómic en vivo con distintos autores dibujando y regalando sus obras.

martes, 12 de octubre de 2010

El mapa más trágico

Gijón acoge nueve de las 343 fosas comunes recopiladas en Asturias

LUIS MIGUEL PIÑERA
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Ya se ha hecho público, tras cinco años de trabajo, el mapa que recoge las fosas comunes y otros lugares de enterramiento de personas desaparecidas en Asturias con motivo de la Guerra Civil. Puede consultarse en internet, por ejemplo en la página www.memoriaxixon.net. 

Es consecuencia de la colaboración realizada en estos últimos años entre el Ayuntamiento de Gijón, la Consejería de Bienestar Social y Vivienda y la Universidad de Oviedo. Hablamos de datos como son los 343 enterramientos diseminados en 55 municipios; de ellos 21 corresponden a combatientes y 322 a víctimas de la represión posterior. Setenta de esas fosas son individuales y el resto colectivas.

Ya están identificados más de 3.000 cadáveres, entre ellos los casi dos mil de la fosa del cementerio gijonés de Ceares. Hablamos de datos, de cifras y de sentimientos. La profesora de Historia Contemporánea Carmen García fue la coordinadora, y con ella colaboraron Pedro Luis Alonso García, Gustavo Álvarez Rico, Claudia Cabrero Blanco, Amaia Caunedo Domínguez e Irene Díaz Martínez. Centrándonos en el caso del concejo de Gijón se contabilizan nueve fosas. La mencionada de Ceares es una, y la más principal, pero también están las que existen en los cementerios de Tremañes, Jove, Roces, Cenero y Porceyo. Además, otra en La Camocha; la de La Pedrera, en la finca de los Rodríguez-Sampedro, y la del barrio del Gallinal, en Serín, en la finca «El Cantón».

Algunos ciudadanos hablan de la no necesidad de estas investigaciones, de que «hay que olvidar lo pasado porque los desmanes vinieron por ambos lados», y de que «es reabrir heridas ya cerradas». Discrepamos. La rigurosa investigación histórica de la que aquí nos hacemos eco era necesaria (lo era desde hace muchos años) y es fundamental para que recuperen su dignidad los hombres y mujeres que, paradójicamente, nunca la perdieron.

Que hasta ahora hubiera en Asturias -siete décadas después de los sucesos- más de 300 enterramientos clandestinos, la mayor parte de ellos olvidados en cunetas, y sin señalizar, y que hubiera más de 3.000 asturianos «mal enterrados» era algo que nadie con la mínima sensibilidad entendía. Ni tan siquiera desde el punto de vista meramente sanitario. Víctor Manuel le puso música: «Cómo voy a olvidarme, ¿están hablando en broma? Sólo olvidan los bobos, porque los mal enterrados ni mueren ni reposan».