sábado, 9 de junio de 2007

TREMAÑES. ES


Ahora que hay tanta tecnología informática no sería malo realizar una página web y colgar de ella, toda la representación de lo que fue un antiguo asentamiento romano, hoy con caracterización ya no de aldea sino de barrio, y poder ir viendo las transformaciones que ha ido sufriendo un territorio como Tremañes, hasta llegar al día de hoy y presentar al mundo globalizado, su anárquico aspecto actual.

Sería una estupenda herramienta de estudio comparado para sociólogos, y que debería servir en parte, para recordar a los escasos vecinos que hoy lo habitan, para los técnicos del diseño urbanístico, y, como no, para los políticos y futuras generaciones lo que fue y representó un territorio que se trasmutó de sede de la diosa Fortuna Balnearia de los romanos, al Marquesado de Tremañes; para pasar de parroquia con identidad a convertirse en los desarrollistas años sesenta a manos de políticos y urbanistas en un destrozado territorio donde a veces la depresión reina a la vuelta de la esquina de su extraño urbanismo.

A uno, le entra envidia y otro tanto de mosqueo, cuando ve los esfuerzos que se están realizando por lavarle la cara marítima al Gijón de mis amores, con tanto concurso de ideas para que el famoso Muro de San Lorenzo presente el rostro feliz de una ciudad en bonanza, con toda una cohorte de famosos arquitectos en danza con bocetos y novedosas ideas en pos de darle una “alegría a la ciudadanía y al Consistorio

Sin embargo como natural de Tremañes, uno demandaría un poco más de atención con un territorio que albergó un profunda historia romana que ya en su tiempo apuntó el estudioso Somoza; cuyo suelo rural dio cobijo a las esperanzas de miles de obreros en multirracial mezcla, portadores de utopías libertarias y socialistas, sobre cuyo tema hay muy poco escrito, por no decir casi nada, y que hoy representa un caótico territorio navajeado de naves y polígonos, desvertebrado por las innumerables infraestructuras viales, y sumido entre la desesperación de unos vecinos que han quedado atrapados en medio de los polígonos industriales con el abatimiento colgado del quicio de sus ventanas y sin mucha solución de futuro, mientras otros ciudadanos de este plural barrio son recipendiarios de la utopía, pues han visto llegar a estos territorios de mezcolanzas urbanísticas: calles peatonales y gabinianas farolas, cuestión que le parece paradójica al visitante de esta antigua aldea que raya el éxodo masivo.

No sería malo, que desde el gobierno municipal gijonés, y desde los preclaros cerebros de urbanistas, y diseñadores de los modernos hábitad se atreviesen a presentar una propuesta de futuro que hiciese menor el trance de pasar un domingo asomado a la ventana viendo las uralitas de las naves industriales de Promosa o Bankunión. Sería hora ya de echarle un pulso definitivo a tanto desmán, para salvar a un territorio que presenta un auténtico reto, y racionalizar ese espacio donde se codean desde los cercano y modernos espacios mutimedia con las esperpénticas calles peatonales, pasando por los bloques de viviendas en eterna cuarentena entre naves y baldíos.

El premio sería el tener honor de hacer algo por un territorio, que los profesionales del urbanismo y la política han llevado a tal situación. Evidentemente no es una propuesta para lucirse, ni para presentar la mejor cara de una ciudad que se mira ahora el ombligo marítimo en grandes salones y escenarios, y es muy posible que las ayudas no llegasen ni para pagar el papel del trabajo; pero sería un bendito regalo de cumpleaños para que los pacíficos ciudadanos de este barrio, que han soportado masivas destrucciones de su patrimonio, la constitución de guetos multirraciales en sus tierras, y la pérdida de su identidad como parroquia, viviesen ya el resto de sus días reconfortados.

Constituiría tal trabajo, un reconocimiento tal, por parte de los convecinos de Tremañes, que seguramente al autor le dedicarían una estatua, porque lo cierto es que se pueden levantarse pocos homenajes en relación a Tremañes y sus mejoras, salvo la de dedicar en una céntrica plaza de algún paradójico sitio, un homenaje al cemento y al asfalto, para lo cual yo propondría el levantamiento de un enorme cubo de hormigón en memoria de lo que ha se ha convertido este barrio, y a su lado unes vaquines y la encorvada figura de una mujeruca fumando: Conchina la del Nietu, todo ello como símbolo de la identidad perdida.

Espero pues que todo esto no caiga en saco roto, y que los hijos de este barrio nos reunamos alguna vez alrededor de esa futura página www.Tremañes.es, que alguien debería hacer, para que Gijón entera pueda conocer en ella parte de su propia historia y no vuelva a repetirse otra vez una destrucción de tal calibre.

Víctor Guerra